Por qué ya no doy dietas para perder peso

Me cansé de que no funcionen.

Y cómo sé que no funcionan? Además de estar ya bastante evidenciado en diversos artículos científicos, pregúntate ¿Cuántas dietas has hecho en tu vida? Si has realizado dos o más dietas para perder peso, ahí tienes tu respuesta. Y no, la culpa no la tienes tú. 

Las dietas para perder peso no funcionan a largo plazo


Mi historia con las dietas.

Por extraño que parezca hoy, en 2008  entré a estudiar la carrera de  nutrición por el sueño de ser nutrióloga del equipo de fútbol del Real Madrid (no ocurrió). 

Lo que sí pasó fue que me enamoré de la nutrición clínica, esa que interviene cuando existen enfermedades o alteraciones que afectan el estado nutricional de una persona y puede comprometer su vida o agravar su estado de salud. 

Ser una persona de talla grande o gorda no es sinónimo de enfermedad. 


Reconozco que durante mi formación muchas intervenciones iniciaban con el enunciado “se prescribe dieta hipocalórica de xxx kcal, ….” o lo que es lo mismo, una dieta baja en calorías aun cuando la persona que consultara fuera por gastritis o colon irritable.

El famoso IMC.

Y es que el índice de masa corporal (IMC) era, o así me enseñaron, el que daba dirección a la intervención en lo que a energía (calorías) se refería. 

Hoy ya está más que demostrado que el IMC puede ser un indicador (pero no EL indicador) para poblaciones (muchas personas) pero no es útil para tratamientos individuales. 

El calcular calorías es  matemática pura: sumar, restar y regla de tres. Por eso tantas personas que no son nutriólogxs lo hacen y “obtienen resultados increíbles”.  Lo cierto es que al ser una ciencia, la nutrición requiere de un estudio mucho más profundo que solo la energía que ingresa y sale del cuerpo.

Me buscaban para perder peso.

No culpo a casi nadie, solo al sistema de la cultura de dieta; ese sistema de creencias que pone a los cuerpos delgados como “superiores, exitosos, felices y sanos” por encima de cualquier otro tipo de cuerpo. 

Es ese mismo sistema el que ha hecho creer que el único motivo por el que “debes” acudir al nutriólogo es para perder peso y desde esa mirada, es entendible que las personas crean que mi única función es dar dietas y dietas para perder peso.  


Yo también compré esa idea y tuve comportamientos gordofóbicos. 

Como profesional de salud también caí en esa falsa creencia y por siete años prescribí dietas para perder peso, lo quisiera o no la persona, si el IMC indicaba “sobrepeso/obesidad” en seguida aparecía el enunciado “dieta hipoenergética….”.

Seguía brindando educación y orientación nutricional pero no le daba el valor que hoy reconozco se merecen y tienen en mi práctica.  Mi consulta se vió sesgada por asumir que si no estaba lográndose el objetivo era porque “algo calculé mal, la persona no lo hizo o no tuvo adherencia”. 

Incluso tuve “retos” de nutrición. Porque era tendencia y porque podía atender a varias personas con el mismo objetivo: cambiar su cuerpo. 


Mirada en la báscula.

Y es que enfocarse en la pérdida de peso solo provoca que el consultante y el nutriólogo midamos el progreso en función al número que sube, baja o se mantiene en la báscula.

Olvidamos o hacemos menos importante que: la digestión ha mejorado, exista mayor tolerancia, se incluyan más variedad de alimentos en la dieta (entendiendo por dieta todo lo que se consume y bebe a lo largo del día, sin juicio ni valor moral), se beba más agua simple en el día, que las placas de psoriasis hayan desaparecido, que los valores de glucosa, colesterol o hierro se regularicen, que las náuseas por la quimioterapia hayan reducido. 

Tantos indicadores que no menciona la báscula pero que son indiscutiblemente signos de mejora en el estado nutricional y de salud de una persona.

Encontrar comunidad. 

En el momento que tuve consciencia de esta incomodidad que sentía hacia mi trabajo decidí parar, porque había perdido el foco y el motivo de mi práctica.

La lectura siempre ha sido puerta de aprendizaje en mi vida y en ese momento de descanso no fue la excepción. Comencé con el libro “mímate, ama tu cuerpo” y en él encontré términos como alimentación intuitiva, mindful-eating, hambre-saciedad, tipos de hambre

Se me hizo una revolución en la cabeza, quería saber más, compré más libros, tomé mis primeros cursos en estos enfoques (nuevos para mi). Tenía muchas dudas, no sabía a quién acudir para que me oriente, me resultaba en un inicio conflictivo no prescribir dietas y dietas hipoenergéticas.

Llegué a la pregunta que muchas nutriólogas se hacen al inicio de este recorrido liberador y conectado a la nutrición: y si no doy dietas… entonces que hago? Al inicio me quedé en blanco porque había olvidado que hago mucho más que colocar piezas y gramos de alimentos.  El responderme despertó la creatividad que tenía guardada, me hizo ponerme en acción, informarme más y re-aprender. 

He conocido y hecho comunidad con muchas colegas, a  las cuales llamo maestras y compañeras. Aprendo mucho consumiendo contenido de activistas gordas, ver, conocer y reconocer realidades diferentes a la mía.

Aprender y hacer comunidad

Quizá mi enfoque no centrado en el peso te cause mucha incomodidad y dudas. También me ocurrió. Seguiré escribiendo más porque creo que hay mucho que decir y compartir.

Me gustaría conocer tu opinión, déjamela en los comentarios,  siempre bajo la  línea del respeto y la educación.




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